En esta edición, GO nos regresa a aquella época, en la que los cachacos caminaban en medio de una taciturna ciudad, casi que a blanco y negro, por el invernal clima que año tras año destaca a la Semana Mayor.

Una semana en la que quedaba vetado el desayuno del domingo con tamal santafereño, porque no se puede comer carne, aunque ya las costumbres han cambiado y, dicen “las malas lenguas” que la tradición se refería a lo sexual.

Mitos como este y otros tantos, hacían de la Semana Santa, una semana de trascendencias que quizás nadie entendía pero que cumplían por temor a las posibles consecuencias.

Hemos realizado un recuento de estas creencias que, aún cuando hay personas que todavía las suponen como ciertas (cosa que respetamos), para muchos, son motivo de burla y asombro.
  • Cuántos tuvieron que aplazar su boda por el dicho de la abuela: “Mijito” si se casan no pueden tener luna de miel, si tienen sexo se quedan pegados y si van al mar se vuelven pescado.
  • Mujeres embarazadas que rezaban y ofrecían promesas para que sus hijos no nacieran el viernes santo porque podían traer el anticristo.
  • Sólo escuchar música sacra o clásica, esta es una semana para orar, reflexionar y estar con Dios.
  • Los clavos fueron parte del sufrimiento de Jesucristo, por eso no se pueden utilizar durante esta semana, especialmente jueves y viernes.
  • No consumir carnes rojas el jueves y viernes santo, como símbolo de abstinencia y sacrificio por la muerte de Jesús.
  • El viernes santo no salir después de las tres de la tarde, hora en la que murió Jesucristo.
  • No hacer aseo, ni planchar, lavar, o barrer, porque es como barrer la cara de Jesús.
  • Gritar, pelear o sentir rabia, una forma de llamar al diablo.
  • Cuidado con los niños que les gusta trepar árboles, se pueden convertir en monos.
  • La moda y el estilo también cambian para estas fechas, no vestir de rojo porque es el color del diablo, vestir de negro es lo ideal. Se aconseja cortar el cabello el jueves santo a las tres de la tarde, normalmente ese día hay luna menguante a la que se le atribuye abundancia.

Y ya que nos transportamos a otros tiempos, ¿por qué no recordar esos dichos y tradiciones de la antaña Bogotá?

Cómo no revivir esos acostumbrados saludos de los abuelos como

“quiubo sumerce” o el “quihay”.

A los “cahachos de pura cepa” vestidos de traje, tirantes, abrigos y sombrero. El paraguas, un accesorio infaltable para la indumentaria.

Almuerzos con ajiaco y aguacate, aguadepanela o chocolate con queso y almojábana para las onces, y “en veces” la fritanga para los fines de semana.

Expresiones como el “ala carachas”, esto sí es mucho “caché” para referirse a lo elegante; está como “atortolado”; póngase la “chompa” o los abuelos pidiendo que les alcancen los “chagualos”.

Los paseos de nuestros ancestros por los parques, la Plaza de Bolívar, el Centro Histórico de la capital y sin falta ir a misa los domingos.

No todo ha cambiado

Actualmente, los feligreses más devotos conservan algunas tradiciones.

Es común ver a gran parte de los colombianos el miércoles de ceniza con la cruz en la frente; guardar vigilia cada viernes durante la cuaresma; el domingo de ramos bendecir las palmas y conservarlas en casa; las procesiones por los barrios; el viacrucis en las iglesias; la visita a los monumentos; la bendición del agua y el fuego; y el sermón de las siete palabras.

Las iglesias son los lugares más visitados, los canales de televisión aún transmiten películas con la historia de Jesucristo y algunas emisoras se limitan a poner clásicos de la música.

Una época que nos invita a la reflexión y que independientemente de la religión que se practique, nos une y nos hace más colombianos.